Neomitologías para el Tuenti

El portal que comparte sus ingresos

Vampiros adolescentes, EEUU, 2009, 125 min. Dirección: Chris Weitz. Guión: Melissa Rosenberg. Fotografía: Javier Aguirresarobe. Música: Alexandre Desplat. Intérpretes: Kristen Stewart, Robert Pattinson, Taylor Lautner, Ashley Greene. Cines: Málaga Nostrum, Larios, Vialia, Rosaleda, Plaza Mayor, La Verónica, Alfil, Miramar, La Cañada, Gran Marbella, Plaza del Mar, Rincón, Ronda, El Ingenio.

Se acabó el rock'n'roll. Sexo nunca hubo. Drogas, ni pensarlo. La segunda entrega de la popular saga Crepúsculo abandona el paisaje netamente teen de la primera parte, esa interesante fusión entre el angst adolescente y la puesta al día del mito vampírico (principal reclamo de las novelas de Stephenie Meyer), ese cruce entre las dinámicas juveniles del instituto y el amor eterno, para apostar definitivamente por el pasteleo y dilatarlo en una suerte de inacción suspendida definitivamente pensada para satisfacer las pasiones más elementales del público femenino con mensajes de castidad y pureza (también de espíritu) para la era Tuenti.

Si Javier Aguirresarobe no ha modificado un ápice la estética fotográfica del original, que sigue siendo fría, húmeda y diurna, sí que ha cambiado mucho el acompañamiento musical de la aventura, signo inequívoco de por donde van los nuevos tiros: allí donde el score de Carter Burwell trabajaba sobre disonancias, distorsiones y sonidos rockeros, el de Alexandre Desplat suaviza los perfiles y edulcora la orquestación para estandarizar el sonido del romance (clásico) a tres bandas entre nuestra heroína del amor (Kristen Stewart, el futuro es suyo) y sus salvajes pretendientes, un vampiro pálido y taciturno y un cachorro de hombre lobo de pectorales y rostro nadalescos (de Rafael Nadal, se entiende) en honorable batalla por conquistar el corazón de la muchacha y las portadas de las revistas para adolescentes.

Decíamos que Luna Nueva parece desarrollarse sobre la inacción. En efecto, más de la mitad de su estiradísimo metraje se la pasa recreándose en las consecuencias trágicas del desamor o en el nacimiento de uno nuevo a través de una sucesión de momentos-carpeta diseñados para las identificaciones juveniles más primarias. En esa tesitura, cuando llega el momento de la transformación o la furia, Chris Weitz (Un niño grande, La brújula dorada) termina de estropear la faena con sus lobos y persecuciones digitales y una estética de anuncio de Tommy Hilfiger que desenmascara, al fin, las verdaderas pretensiones del producto.

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